La mirada escarchada, capítulo 1.

El sol quemaba gélido, el aire agonizaba al paso, la tierra fluía caudalosa y el agua secaba la vida. Todo había cambiado, no quedaba día que no fuera noche oscura y tenebrosa. Su esencia se perdió por el camino, sus pensamientos quedaron reducidos a cenizas, su corazón apuñalado se desangró y pudrió en cuestión de minutos... Lo que quedaba de él era un cuerpo inerte a la deriva de la nada, habiendo tenido un todo. El vacío se había apoderado de sus entrañas, no sentía dolor. Simplemente había muerto en vida.

Un nombre: Circe. Un pelo largo y castaño, unos ojos verde esmeralda que le habían costado caros, unos labios carnosos que había disfrutado hasta quedar moribundo, un cuerpo de curvas peligrosas tatuadas que lo obsesionaron hasta lo que es ahora. Ella, la perdición más macabra.

Quedó en el universo la impronta de aquel amor tenebroso e incauto, gran asesino de masas y eterno fugitivo. La justicia no estaba hecha para ellos, las sombras se cernieron con su manto espeso e insalubre sobre sus existencias, apoderándose de todo cuanto pudieron, hasta destrozar con su mal todo lo bueno que pareció brotar. Nada podía devolver a su vigorosidad lo que el pasado guarda bajo mil candados, lo que el presente oculta en el mismísimo núcleo de la Tierra y donde el futuro se torna borroso, indescifrable. Sus fuerzas perecieron. Ya no era un chico, ni un hombre, ni siquiera persona. Sencillamente ya no era.